"El chocolate excelente, para que cause placer, cuatro cosas debe ser:
espeso, dulce, caliente y de manos de mujer".
CARTA A ADRIANA


Querida Adriana,

    Me está volviendo a suceder. Me ahogo. 

    La vuelta a la universidad me está costando más que nunca. Supongo que no he realizado correctamente la tarea de mentalizare para este nuevo año. La rutina me supera. No sabes hasta qué punto. Levantarme, desayunar, acudir a clase, comer, descansar, estudiar, gimnasio, dormir. Lo mismo absolutamente todos los días. Nada emocionante. Lo más deprimente es que el curso acaba de comenzar. Todavía quedan por delante ocho larguísimos meses; de los cuales los cuatro siguientes son los peores. Llega el invierno. Los días se vuelven increíblemente fríos y cortos. Cualquier actividad requiere el doble de esfuerzo como consecuencia de la pesadez propia de las horas de oscuridad. ¿Y todo ese esfuerzo para qué? Mis padres piensan que tienen la respuesta perfecta, “No te preocupes, hija, en el futuro te verás recompensada.” El futuro… lo que me faltaba. Como si no tuviese suficiente con el presente.

    Llegado este punto en la vida la gente que te rodea comienza a hacer preguntas. ¿Qué tienes pensado hacer cuando acabes la carrera? ¿Quieres ejercer en España o en el extranjero? ¿A qué ámbito del derecho te gustaría dedicarte? ¿Ya no te quedan tantos años para casarte verdad? ¿Quieres tener familia? ¿Cómo vas a compaginarlo con tu carrera profesional? Demasiadas preguntas. A pesar de que soy consciente de que lo único que están haciendo es interesarse por mí detesto el interrogatorio. Me agobia. Me agobia mucho. Odio que pretendan que tenga respuesta a todo. Es imposible. En lo que a mi futuro profesional se refiere, es poco probable que tenga una idea acertada de lo que quiero hacer cuando todavía me queda la mitad de la carrera por delante. En cuanto al matrimonio y la familia, qué decirte… creo que no es necesario ni pararse a pensar en ello, simplemente queda demasiado. Además, tengo bastante con pensar en mi relación con Matías.

    Ayer fue nuestro cuarto aniversario. ¿No te parece increíble que haya pasado tanto tiempo? Nunca hubiese imaginado que cuatro años más tarde seguiríamos juntos, sobre todo con lo duro que fue el comienzo. Siempre pienso que fue gracias a ti que finalmente me atreví a dar un paso adelante. ¿Lo recuerdas? Había muchas cosas sobre él que no me convencían. Tú no hacías más que decirme que le diese una oportunidad, que algunas personas necesitan más tiempo que otras para mostrar sus sentimientos. Tenías razón. A mi impaciencia se sumaba, además, el enorme miedo que sentía. No estaba segura de querer comprometerme con alguien; estaba convencida de que acabaría sufriendo de todas formas. Si te comprometes con alguien que no asume la misma actitud hacia ti sufres porque te sientes traicionada y a la vez tonta por haber pensado que esa persona estuvo en algún momento verdaderamente interesada en ti. Si, por el contrario, la otra persona se implica igual que lo haces tú en la relación, a veces sufres, aunque en mucho menor grado, porque siempre habrá cosas que desearías que fuesen de otra manera. Esto en parte es cierto. A pesar de lo mucho que quiero a Matías y de la felicidad que me aporta, a día de hoy sigue habiendo aspectos que cambiaría. Sin embargo, es justamente en el hecho de aceptar los defectos de tu pareja, de la misma forma que él acepta los tuyos, en lo que consiste querer a una persona. Lamentablemente, no siempre resulta suficiente el querer a una persona y hacer todo lo que está a tu alcance para que todo funcione. En ocasiones, factores completamente ajenos a la relación en pareja, como pueden ser el estrés por los exámenes o simplemente la rutina, acaban por ponerle fin. Creo que eso es lo que más me asusta. 

    Supongo que todos los jóvenes hemos experimentado en algún momento esa sensación de que nada parece ir del todo bien. Hoy me ha tocado a mí.

    Un beso muy fuerte,


                            Ana