"El chocolate excelente, para que cause placer, cuatro cosas debe ser:
espeso, dulce, caliente y de manos de mujer".
 DE LUNES A VIERNES


    Lunes. L de lamento; u de utopía; n de negación; e de esfuerzo y s de sufrimiento. “Tenía que haber aprovechado más el fin de semana”. Es inevitable. Se trata del primer pensamiento de absolutamente todos los lunes por la mañana. Tras el inicial lamento viene a la mente la utópica idea de que será la última vez que cometas dicho error. A continuación, negación absoluta. Rechazas la idea de tener por delante otra semana entera. El pensar nuevamente en emplear un continuado esfuerzo para llevar a cabo las inagotables tareas en una carrera contra el tiempo resulta aterrador. El sufrimiento está asegurado. 

    Martes. M de molimiento; a de agobio; r de resignación; t de tiempo; e de estrés y s de sobreestimación. El cansancio fruto del primer día de la semana es más que evidente. El molimiento es absoluto. Tras el lunes, surge el agobio de la semana. Es el momento en el que te das cuenta de todo lo que tienes que hacer, y encima dispones de una día menos para ello. Al final te resignas. No te queda más opción que sacar tiempo para todo, a pesar del estrés que te provoca la situación. Ahora deseas más que nunca no haber sobreestimado la fuerza de voluntad que tendrías para estudiar cuando planeaste lo que tenías que hacer a lo largo del fin de semana. 

    Miércoles. M de malabares; i de intención; e de empeño; r de rabia; c de cansancio; o de ojeras; l de lentitud; e de ecuador y s de satisfacción. Llevas a cabo auténticos malabarismos para compaginar los estudios con tu vida. Tienes la intención de hacer todo lo que te habías propuesto al comienzo de la semana, por lo que pones el máximo empeño. Es entonces cuando aparece el sentimiento de rabia. Te das cuenta de que es imposible hacerlo todo. El cansancio te supera, de ello son una señal indiscutible las ojeras. La lentitud del paso de las horas alcanza su máxima expresión: es el ecuador de la semana y, eso, se nota. En estos momentos la única satisfacción posible es pensar en que cada vez queda menos para que llegue el fin de semana. 

    Jueves. J de juerga; u de universitaria; e de esperanza; v de vagancia; e de emoción y s de sueño. El día por excelencia de la juerga universitaria. Tenías grandes esperanzas puestas en que llegase y, por fin, lo ha hecho. La vagancia de ir a clase por la mañana desaparece. La emoción por lo que viene después supera la pereza. Lo único que te echa ligeramente para atrás es el horrible pensamiento de saber que al día siguiente en clase, sin lugar a dudas, el sueño será insoportable. 

    Viernes. V de velocidad; i de ilusión; e de evasión; r de recompensa; n de nerviosismo; e de espera y s de saturación. Es ahora cuando se hace evidente la trepidante velocidad con la que ha transcurrido la semana. La preocupación por los días venideros parece quedar muy lejana pero, echando la vista atrás, hace solo cuatro días que te invadía el sentimiento de impotencia por tener tanto que hacer y tan poco tiempo para ello. Ahora la sensación es completamente diferente a la del lunes. Hay ilusión. Por fin es viernes. La posibilidad de evadirte de tus obligaciones estudiantiles es la recompensa perfecta al esfuerzo realizado a lo largo de la semana. Sin embargo, hay algo extraño. Por un lado te asalta el nerviosismo. Estás impaciente porque finalmente ha llegado el momento esperado. Tienes dos días a tu entera disposición para hacer lo que llevas esperando toda la semana: desconectar. Pero, por otra parte, estás saturado. No puedes evitarlo. Ha sido una semana dura. A esto se suma, además, la terrible sensación que experimentamos los estudiantes la tarde de los viernes: saber que tendrías que estar estudiando pero a la vez sentirte incapaz de hacerlo. ¿Qué hacer ante esto? No lo sé. Puede que la semana que viene encuentre la respuesta.